INSPIRACION

INSPIRACION
Sutatenza: vives aún virginal en el jardín donde Dios te planto! Y eres la madre que con cariño diste a tantos hijos que hoy te recuerdan y te aman donde quiera que están.
Nadie te olvidará y siempre serás recordada por la ternura y el abrigo que das a cuantos a ti llegan.
Todos queremos llegarnos hasta ti para visitarte y ojala quedarnos para siempre en tu seno, amamantándonos de esa leche materna de los valores que supiste sembrar en nosotros tus hijos… volver a ti para juguetear nuevamente con la inocencia del niño a quien solo le interesa saber que su madre está ahí y que cuida de él.
Queremos volver a ti, Madre Sutatenza, porque tú tienes el rostro de la paz y la caricia de la justicia. Porque estando frente a ti vemos en tus ojos el futuro claro de un mañana mejor… porque sentimos en tu paso firme, el amor comprometido que exige y que orienta.
Madre Sutatenza: sea este escrito nuestro homenaje sincero, ya que ahora no podemos estar constantemente cerca de ti… pero sabemos que tú nos tienes preparadas tus cordilleras y pendientes, donde has trazado caminos y carreteras, para que cuando te visitemos, nos reclinemos ante ti como el hijo en las rodilla se su madre y vayamos repasando paso a paso el gran misterio de tu encanto y la fecundidad de tu amor a través de los tiempos.
Sea nuestro homenaje porque, aunque distantes, seguimos sintiendo el arrullo de tus canciones por medio del agua cristalina que baja de tus montañas… seguimos oyendo el alegre canto que nos entonabas en las mañanas a través de tu fauna… seguimos soñando despiertos, cuando al anochecer nos congregabas en el dulce y sencillo hogar donde la serenidad de la penumbra se iba imponiendo al compás del croar de las ranas y en cantar de las cigarras.
Sea nuestro homenaje a ti, Madre Sutatenza, esto que he aprendido y recogido a lo largo de mi vida, pues en ti comencé a mirar con esperanza el futuro y a creer en un Ser Supremo, lleno de amor: porque tú. Oh Madre, nos amaste; en ti aprendí a mirar más allá de las dificultades: porque tú nos enseñaste que las dificultades son posibilidades… en ti aprendí a contemplar el universo: porque con solo verte a ti, Madre tierra, mi ser entra en contemplación del Infinito.
De ti, Madre aprendí a agradecer todo… aprendí a tener fe y a ser para los demás.
Al terminar este escrito que hago en tu honor, oh Sutatenza, solo quiero decirte que espero algún día me vuelvas a tu seno para estar siempre contigo en el Amor del Amado que tú infundiste en mí y que es tu Señor y Creador!
Que canten las aves al nacer el día,
que el sol llegue a todos con su fortaleza;
que surja la aurora y despierte al humano,
aquel que en ti vive: oh gran Sutatenza!
Quebradas pequeñas y fuentes de agua
van por tus vestidos llevando la vida;
la siembra a mano y la tierra arada
dan siempre a tus hijos la nueva comida.
No hay hacendados, tampoco riquezas,
solo corazones de grande nobleza;
mujeres valientes forjaron el mundo
de tus hijos, madre, con delicadeza.
Tu seno brilló por tu alta cultura
pues en ti surgió como gran ventura;
eres la internacional, la sabiduría
que en tu sencillez, no hay otra tan pura.
¿Cómo no quererte si nos abrigaste
y nos diste todo de tu seno, Oh Madre?;
pues por tus veredas y por tus caminos
formas a tus hijos hasta desgastarte.
¿De dónde aprendiste a ser buena Madre
que de ti se desprende siempre la alegría?
No hay duda que tú eres  una gran Maestra
Y que lo aprendiste del “Sí” de María.
Solo suplicamos, Madre patria chica
que tus brazos se abran un día a tus hijos
y acariciándolos fuerte contra tu fiel pecho
nos unas a Dios, por todos los siglos.